Dos mil doce, mayo y uno,
al borde del precipicio
neoliberal, día propicio
para gritar, día oportuno
de Cibeles a Neptuno
para abuchear el descaro
con el que Rajoy y Rato
nos hacen pagar el pato
y, además, pagarlo caro.
¡Más amparo y menos paro,
más amparo y menos paro!
Yo, que tomé por costumbre
protestar sólo entre dientes
y, como mucho, al de enfrente
por miedo a la muchedumbre,
no sufro de incertidumbres
y siempre he tenido claro
que, en cuestiones de trabajo,
mi simpatía va hacia abajo
y hacia arriba, mi reparo.
¡Más amparo y menos paro,
más amparo y menos paro!
Aunque ya resulte igual
lo que se firme en contrato,
prefiero un mal sindicato
a la mejor patronal.
La reforma laboral
es luz sesgada de un faro
que salva al patrón y al barco
dejando en medio del charco
a todos los que remaron.
¡Más amparo y menos paro,
más amparo y menos paro!
El gobierno es una banda
que, en vez de tocar canciones,
va tocando los cojones
al son que la Merkel manda
y, luego, en su propaganda
le tildan de bicho raro,
de perezoso o pardillo
a quien canta el estribillo
que no dejo de cantaros.
¡Más amparo y menos paro,
más amparo y menos paro!
Por eso, y como resumen
de los que os quise decir,
mi propósito es seguir
cantando a todo volumen,
que mi garganta se sume
al coro del desamparo
de este primero de mayo
que no calla y que no callo:
¡Más amparo y menos paro!
¡Más amparo y menos paro,
más amparo y menos paro!
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